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miércoles, 9 de junio de 2010

Herencias Malditas

Esta es una nota de blog que no me hubiera gustado escribir jamás. Ni siquiera para hablar de algo que rompe soberanamente las pelotas desde hace años, pero por cuestiones de pudor, para no generalizar, ni ofender a nadie...o tal vez por falta de ganas de hacerle frente a algun troglodita en la calle que me baje los dientes. Pero como me sobran huevos, y amo a la banda sobre la que voy a escribir, me mando nomás.
Se trata, en esta ocasión, de una herencia maldita. Todo el mundo ha escuchado a los Redonditos de Ricota. Un grupo que blanqueó por primera vez, desde que el rock argentino es masivo, la definición de "colectivo artístico". Una sartenada de locos que en tiempos de dictadura, oscuros, de miedo y persecución, hacía fiestas para mostrar lo suyo, y con el tiempo fue decantando hasta ser un "producto" dentro del rock, con una representatividad avasallante.
No dudamos aquí de la altura artística de sus históricos miembros el Indio Solari, hombre de una poderosa presencia vocal y una lírica inimitable en el país, deudora de William Burroughs y del comic más bizarro; el talentoso Skay Beilinson, con su estilo guitarrístico tan especial, que siempre reconoció influencias de gente tan disímil y ecléctica como Jimi Hendrix, Mark Knopfler o Steve Hillage; las delirantes artes de tapa de Rocambole, que redondeaban una obra conceptual e independiente en tiempos de fragmentación y adocenamiento.
Así, los Redonditos, aglutinados bajo el halo misterioso de la figura de Patricio Rey, fueron realizando su viaje, libres, cómodos y sin presiones de las compañías, decantando ese "producto", dejando atrás a muchos de los pasajeros de aquel colectivo fundacional, que hicieron su carrera aparte o se perdieron por ahí, algunos mascullando su bronca de haber quedado afuera de un gran negocio.
No sin dificultades llegaron a su último show en Córdoba, el 4 de agosto de 2001, y estallaron en pedazos pocos meses antes que el país lo hiciera, no sin antes dejarnos un show inolvidable e irrepetible.
Lo que también nos dejaron los Redondos, fue a los "Redondos", una masa crítica de gente que, sin ser culpable directa, terminaba siempre empañando y violentando lo que siempre era una fiesta, comprendida así por los primeros seguidores de la banda.Seguidores fieles que empezaron a dejar de ir a los shows, y , mal predispuestos por la gente, muchos se distanciaron también en la apreciación artística de los discos del grupo. Si a ésto le sumamos escenas contradictorias protagonizadas por el Indio, y algún que otro roce con el periodismo que derivó en mayor hermetismo de la banda y mayor desconfianza de los medios especializados, podría decirse que los de Ricota habrían caído en desgracia, pero no. La altura artística de los "pilotos" de esta nave y la devoción fiel de un público cada vez mayor los situó como un fenómeno histórico en el rock argentino y latinoamericano.
Hablemos entonces de los "Redondos", ese público incomprensible por los antiguos seguidores.
La creciente masividad del grupo coincidió con el final del sueño de una democracia en serio. "Oktubre", el disco más elogiado y querido, denotaba la oscuridad de los tiempos por venir: menemismo, desguace y entrega del patrimonio público, concentración de ganancias en pocas manos, economía neoliberal y sus consecuencias: pauperización de la educación y la salud, miseria, violencia, mafias, etc.
Así pasaron por la muerte del "ricotero" Walter Bulacio en manos policiales y miles de incidentes protagonizados por asistentes a los shows, que crecían al ritmo de la exponencial masividad del Indio y los suyos.
La muerte de Bulacio puso de manifiesto a una policía habituada a pegar primero si se queda fuera de la torta organizativa. Los artistas pusieron barbas en remojo y la seguridad dentro del show fue casi siempre irreprochable, pero afuera el miedo de la "gente normal" a las hordas ricoteras era manifiesto.
Y con razón, muchas veces: los pibes, pasados de vueltas de privaciones y falta de oportunidades,causaban desbordes de manera habitual.
Así, hubo siempre gente que provocaba a los policías al pedo, sin razón, o protagonizaba casos de vandalismo inútil. Y no eran pocos. Eran bastantes: la "violencia mentirosa" del menemismo mostraba sus secuelas. Y eso fue lo que "cambió" respecto de los primeros shows ricoteros: antes, el encuentro, el abrazo, el cariño y la intimidad. Luego, la masividad, lo heterogéneo del público y la convivencia con el gigante. Un gigante que en su canto, opacaba la voz del Indio y los solos de Skay. Y que encima apretaba, empujaba, y te obligaba a soportar un pogo que a lo mejor no querías protagonizar.
No se trata de discriminar al público "bien" del "público indeseable". Sólo quiero recalcar ésto para que se entienda: sin ser demagogo -como muchas veces el Indio-, hay que separar a los que van a un recital, lo disfrutan y sienten algo o mucho de lo que viene desde arriba del escenario, de los que van a joder al otro, a sacar provecho, a punguear, a manguear, a no pagar la entrada y portarse como si vivir en sociedad fuera el problema que nos ponen en la mesa. Eso jamás será disfrutar de la libertad, del arte y de la música. Muchos ya lo han dicho de entrecasa. Pocos se animan a expresarlo. Después la seguimos.

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