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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Aquellos años de tuttifrutti y living la vida loca...

Habría que ser más papista que el Papa para siquiera pensar en la droga como algo indeseado, terrible, nocivo, negativo y asesino, y hablar del rock como un elemento movilizador, ajeno a este flagelo de nuestro tiempo (parezco el reaccionario de Rolando Hanglin, o mejor, el otro reaccionario Baby Etchecopar, ya que Lani a veces por lo menos causa algo de gracia).
Hablando en serio, una vez, en ronda de backstage, se lo escuchó explicar al Negro Tordó, baterista de la Mississippi (y de Piero con Prema también), que la droga estovo siempre en todos lados, en el ambiente del tango, del folklore, de la cumbia, en el Club del Clan y en el rock. Que se asocie de inmediato al rock con la droga obedece entonces -palabra de Tordó- a que los tangueros se metieron siempre mucho más tuttifrutti que el rockero promedio, con la diferencia que no se lo comentaban a nadie.
Hoy uno escucha, ponele, Viejas Locas, o Intoxicados (¡qué nombre de mierda!), argumentos como "Señor kioskero", "Quedo bien chino", "Me hice adicto a la pasta frola", y recuerda letras sobre libertad, sobre ser auténtico, sobre vivir a pleno, con o sin, pero en una época en la que el compromiso no se negociaba, se peleaba en la calle una guerra perdida contra una dictadura sangrienta, y la violencia política era tal "que no se puede andar solo en la calle sin un revolver", como dijo el rosarino Paez. A mí y a quienes el rock argentino representa nuestra banda sonora de vida, nunca se nos habló de la droga con un nivel tan bajo...más bien el perfil recreativo y hasta místico que la droga representó en un tiempo, requería de cierta "iniciación", no era "pa'cualquiera" y había que tener cierta preparación, responsabilidad, cultura e información para meterse algo en el cuerpo que no fuera leche condensada...
En síntesis, aquellas letras de rock argentino jamás decían "drogate, metete, reventate", sino "Sé vos", Sé auténtico", "Sé libre", cuando libertad y autenticidad era algo que se disputaba a los balazos y -cuándo no- a las trompadas.
Algo ocurrió que el nivel empezó a arrastrarse bien abajo, descendiendo hasta las más oscuras cocinas de pasta base, mala merca y porro con insecticida, como para pergeñar fantasías poéticas tales como "Etá saliendo el sol(sic)" o "Pilapila".
Con todo, me quedo con una frase de los Deca: "Tanta alegría seguida me va a hacer mal", porque como dijo el filósofo autodidacta tucumano Paz Martínez, "Que hablen, te lo juro, me importa poco".

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